Consideran que buscan convencer al gobierno para mejorar los balances de sus talleres ante la crisis
La asociación de las ITV denuncia "las presiones de los grandes grupos de automoción para liberalizar el sector"
Luis Rivas,
secretario general de AECA-ITV, publicó ayer en el diario El País un interesante artículo sobre la cada vez más cercana liberalización de las ITV, con lo que se eprmitiría a lso concesionarios ser "juez y parte" del sector de la inspección de vehículos:
"El Gobierno
tiene sobre la mesa el proyecto de un real decreto que, de mantener su
intención inicial, supondrá la desregulación del servicio de Inspección Técnica
de Vehículos (ITV). Se aspira a transformar en una mera actividad mercantil, lo
que durante los últimos 30 años ha sido un servicio público cuyo objetivo primero
es garantizar la seguridad vial. Este examen no es un capricho, ni una fórmula
indirecta de imponer un gravamen a los
ciudadanos, su finalidad no es otra que
la de certificar que nuestros vehículos están en condiciones idóneas para su
circulación. La reforma legal contempla la entrada en la actividad de una larga
serie de actores que actuarán simultáneamente como juez y parte: grandes grupos
de comercialización de vehículos con sus talleres, empresas de transporte,
incluidas las de transporte escolar, viajeros y de mercancías peligrosas,
aseguradoras... Se genera un evidente conflicto de interés que deja indefenso
al usuario frente a un claro peligro de diagnósticos 'interesados' en la
inspección. Ante esta perspectiva, es lícito hacerse la siguiente pregunta: ¿Es
esta la mejor manera de garantizar la seguridad vial?
Esta propuesta de desregulación es, además, contraria al
ordenamiento jurídico. La ITV está configurada como un servicio de inspección y
certificación con naturaleza de función pública y que, por tanto, no puede
dejarse al libre arbitrio de particulares. Así lo ha manifestado ya el Tribunal
Supremo en diversas sentencias dictadas en 1997, 1999, 2004, 2006, etcétera.
La Directiva Europea 2009/40/CE también refrendó la
configuración actual de este servicio, y la nueva que la sustituirá, aprobada
por el Parlamento Europeo y por el Consejo de la Unión Europea el pasado 24 de
marzo, recuerda expresamente a los Estados miembros que deben tener muy en
cuenta que la Directiva 2006/123/EC sobre los servicios en el mercado interior
no resulta de aplicación a la actividad de ITV, por tratarse de un servicio de
interés general en el ámbito del transporte. Esto significa que los propios
legisladores europeos —autores de la citada Directiva 2006/123/CE— confirman
taxativamente que la ITV es un servicio de interés general al que no le
resultan de aplicación las disposiciones para facilitar la libertad de
establecimiento de los prestadores del servicio y la libre prestación de
servicios.
![[Img #8043]](upload/img/periodico/img_8043.jpg)
Es más, la nueva Directiva establece en su artículo 13.4
que los inspectores “no tendrán ningún conflicto de intereses de tal forma que
el Estado miembro o la autoridad competente se aseguren de que se mantiene un
elevado nivel de imparcialidad y objetividad”, avalando de esta forma el actual
sistema de ITV, imparcial y objetivo, implantado en España.
Los partidarios de la modificación legal presentan toda
una batería de argumentos a favor, que no resisten un mínimo análisis: Precio:
están establecidos por las comunidades autónomas, no son tarifas libres, sino
fijas y reguladas. Empleo: el que se
crease empleo lo sería a costa de destruir el existente, pues el número de
vehículos a inspeccionar es fijo, la demanda de inspección es rígida y viene
establecida por ley.Comodidad:
su naturaleza de servicio público obliga a que la Administración autonómica
competente determine el número de centros y su ubicación, atendiendo a las
densidades de población de su comunidad autónoma. Cumplimiento:
los titulares de vehículos que no van a la ITV, no incumplen por el número o la
ubicación de los centros, sino porque saben que el estado técnico de sus
vehículos es tal que no superarían la inspección y prefieren exponerse a ser
sancionados, en cuyo caso, deberán acudir a la ITV o darán de baja el vehículo.
Tampoco incumplen por el precio de la inspección, pero sí por el precio de la
presunta reparación.
Es decir, la pretendida desregulación no se traducirá
necesariamente en un incremento de puntos de servicio, ni beneficiará a
pequeños emprendedores sino a las grandes compañías de automóviles y de
transportes. Es más que dudoso que el nuevo régimen de las ITV se vaya a
convertir en una fuente generadora de empleo, competitividad en precios e
incremento del número de centros para atender a los clientes. Al contrario, los
efectos más inmediatos incidirían directamente en la reputación y en la calidad
de las inspecciones. La situación podría terminar siendo la contraria de la
actual, en la que se presta un servicio público de calidad e independiente a
través de más de 1.000 líneas de inspección en 400 instalaciones gestionadas
por 60 empresas y ubicadas, atendiendo a su naturaleza de servicio público, en
grandes, medianas y pequeñas ciudades.
Muchos ciudadanos pueden ver como algo engorroso el hecho
de que los vehículos que no superan la revisión tengan que pedir cita en algún
taller y regresar de nuevo otra vez a la ITV para verificar que se han
corregido los defectos. Pero es precisamente la falta de convenios con talleres
lo que garantiza la total independencia y objetividad de las inspecciones ¿Se
pueden dar las mismas garantías en un taller cuyo negocio consiste de hecho en
la realización de reparaciones? ¿Y qué decir de una empresa de transportes que
auto-inspeccione su propia flota? ¿Y una aseguradora? El riesgo, de nuevo, de
diagnósticos interesados o de la proliferación de poco rigurosas ITV a la carta
es más que evidente, con los peligrosos efectos colaterales que ello
acarrearía.
En definitiva, lo que subyace detrás del “impulso
liberalizador” en nuestro país es la presión de los grandes conglomerados de la
automoción, que buscan expandir sus actividades ante el ajuste provocado por la
crisis económica. La normativa vigente exige a todas las estaciones de ITV
capacidad para realizar inspecciones de todo tipo de vehículos: turismos,
motocicletas, camiones, autobuses, vehículos agrícolas, transporte escolar,
transporte de mercancías peligrosas, etcétera. Pero los representantes de
dichos grupos han pedido al Gobierno hacer ITV en sus propias instalaciones
solo a turismos y furgonetas. Sin comentarios.
¿Se propone modificar la normativa atendiendo a razones
de seguridad vial o a razones económicas interesadas? Creo que está bien claro.
Luis Rivas, secretario general de AECA-ITV, publicó ayer en el diario El País un interesante artículo sobre la cada vez más cercana liberalización de las ITV, con lo que se eprmitiría a lso concesionarios ser "juez y parte" del sector de la inspección de vehículos:
"El Gobierno
tiene sobre la mesa el proyecto de un real decreto que, de mantener su
intención inicial, supondrá la desregulación del servicio de Inspección Técnica
de Vehículos (ITV). Se aspira a transformar en una mera actividad mercantil, lo
que durante los últimos 30 años ha sido un servicio público cuyo objetivo primero
es garantizar la seguridad vial. Este examen no es un capricho, ni una fórmula
indirecta de imponer un gravamen a los ciudadanos, su finalidad no es otra que
la de certificar que nuestros vehículos están en condiciones idóneas para su
circulación. La reforma legal contempla la entrada en la actividad de una larga
serie de actores que actuarán simultáneamente como juez y parte: grandes grupos
de comercialización de vehículos con sus talleres, empresas de transporte,
incluidas las de transporte escolar, viajeros y de mercancías peligrosas,
aseguradoras... Se genera un evidente conflicto de interés que deja indefenso
al usuario frente a un claro peligro de diagnósticos 'interesados' en la
inspección. Ante esta perspectiva, es lícito hacerse la siguiente pregunta: ¿Es
esta la mejor manera de garantizar la seguridad vial?
Esta propuesta de desregulación es, además, contraria al ordenamiento jurídico. La ITV está configurada como un servicio de inspección y certificación con naturaleza de función pública y que, por tanto, no puede dejarse al libre arbitrio de particulares. Así lo ha manifestado ya el Tribunal Supremo en diversas sentencias dictadas en 1997, 1999, 2004, 2006, etcétera.
La Directiva Europea 2009/40/CE también refrendó la configuración actual de este servicio, y la nueva que la sustituirá, aprobada por el Parlamento Europeo y por el Consejo de la Unión Europea el pasado 24 de marzo, recuerda expresamente a los Estados miembros que deben tener muy en cuenta que la Directiva 2006/123/EC sobre los servicios en el mercado interior no resulta de aplicación a la actividad de ITV, por tratarse de un servicio de interés general en el ámbito del transporte. Esto significa que los propios legisladores europeos —autores de la citada Directiva 2006/123/CE— confirman taxativamente que la ITV es un servicio de interés general al que no le resultan de aplicación las disposiciones para facilitar la libertad de establecimiento de los prestadores del servicio y la libre prestación de servicios.
Es más, la nueva Directiva establece en su artículo 13.4 que los inspectores “no tendrán ningún conflicto de intereses de tal forma que el Estado miembro o la autoridad competente se aseguren de que se mantiene un elevado nivel de imparcialidad y objetividad”, avalando de esta forma el actual sistema de ITV, imparcial y objetivo, implantado en España.
Los partidarios de la modificación legal presentan toda una batería de argumentos a favor, que no resisten un mínimo análisis: Precio: están establecidos por las comunidades autónomas, no son tarifas libres, sino fijas y reguladas. Empleo: el que se crease empleo lo sería a costa de destruir el existente, pues el número de vehículos a inspeccionar es fijo, la demanda de inspección es rígida y viene establecida por ley.Comodidad: su naturaleza de servicio público obliga a que la Administración autonómica competente determine el número de centros y su ubicación, atendiendo a las densidades de población de su comunidad autónoma. Cumplimiento: los titulares de vehículos que no van a la ITV, no incumplen por el número o la ubicación de los centros, sino porque saben que el estado técnico de sus vehículos es tal que no superarían la inspección y prefieren exponerse a ser sancionados, en cuyo caso, deberán acudir a la ITV o darán de baja el vehículo. Tampoco incumplen por el precio de la inspección, pero sí por el precio de la presunta reparación.
Es decir, la pretendida desregulación no se traducirá necesariamente en un incremento de puntos de servicio, ni beneficiará a pequeños emprendedores sino a las grandes compañías de automóviles y de transportes. Es más que dudoso que el nuevo régimen de las ITV se vaya a convertir en una fuente generadora de empleo, competitividad en precios e incremento del número de centros para atender a los clientes. Al contrario, los efectos más inmediatos incidirían directamente en la reputación y en la calidad de las inspecciones. La situación podría terminar siendo la contraria de la actual, en la que se presta un servicio público de calidad e independiente a través de más de 1.000 líneas de inspección en 400 instalaciones gestionadas por 60 empresas y ubicadas, atendiendo a su naturaleza de servicio público, en grandes, medianas y pequeñas ciudades.
Muchos ciudadanos pueden ver como algo engorroso el hecho de que los vehículos que no superan la revisión tengan que pedir cita en algún taller y regresar de nuevo otra vez a la ITV para verificar que se han corregido los defectos. Pero es precisamente la falta de convenios con talleres lo que garantiza la total independencia y objetividad de las inspecciones ¿Se pueden dar las mismas garantías en un taller cuyo negocio consiste de hecho en la realización de reparaciones? ¿Y qué decir de una empresa de transportes que auto-inspeccione su propia flota? ¿Y una aseguradora? El riesgo, de nuevo, de diagnósticos interesados o de la proliferación de poco rigurosas ITV a la carta es más que evidente, con los peligrosos efectos colaterales que ello acarrearía.
En definitiva, lo que subyace detrás del “impulso liberalizador” en nuestro país es la presión de los grandes conglomerados de la automoción, que buscan expandir sus actividades ante el ajuste provocado por la crisis económica. La normativa vigente exige a todas las estaciones de ITV capacidad para realizar inspecciones de todo tipo de vehículos: turismos, motocicletas, camiones, autobuses, vehículos agrícolas, transporte escolar, transporte de mercancías peligrosas, etcétera. Pero los representantes de dichos grupos han pedido al Gobierno hacer ITV en sus propias instalaciones solo a turismos y furgonetas. Sin comentarios.
¿Se propone modificar la normativa atendiendo a razones de seguridad vial o a razones económicas interesadas? Creo que está bien claro.
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