Un día en París con los cracks del vidrio del automóvil

El pasado miércoles y jueves (9 y 10 de junio) fuí uno de los 800 invitados de todo el mundo que tuvo el privilegio de ver la mejor competición de reparación y sustitución de vidrio de automóvil. Belron, la multinacional que maneja marcas como Carglass, celebraba la quinta edición de una prueba que ha alcanzado una dimensión increíble. En la primera edición, en 2000, se trataba de una pequeña competición interna con escasos tintes globalizados pero ahora es una demostración mundial del poderío empresarial y técnico de una compañía que se maneja como líder en más de 30 países.

27 técnicos acudieron a la capital francesa para mostrar al mundo la fortaleza de Carglass, nombre en España, de Safelite, en USA, o Autoglass, en Reino Unido, y desarrollar los valores que quiere transmitir Belron: Servicio, eficacia, profesionalidad y eficiencia.

En esos dos días en Francia me di aún más cuenta de la dimensión de esta compañía. El evento está organizado con mimo y detalle. No hay nada improvisado. De hecho, movilizar a más de 800 invitados de todo el mundo entre periodistas, clientes y aseguradoras es un esfuerzo organizativo impresionante que tiene a un amplio equipo de profesionales trabajando duante todo un año. 

                                                       El lugar elegigo, la Villete de París, es un escenario majestuoso. Un museo de la ciencia para un nuevo concepto en las empresas de reparación y sustitución. Belron es la primera compañía del sector que ha impulsado esta unión. Sus inversiones en investigación y desarrollo le colocan como líder en desarrollo tecnológico a nivel mundial y eso quedó reflejado en una espectacular película en 3D proyectada en una impactante sala de cine situada en el complejo científico. Chinazos que parecen que van a romper en tus gafas en forma de luna de automóvil dejaron perplejos a muchos ufanos en la materia. Varios compañeros de profesión con escasos conocimientos de este sector me comentaron su perplejidad por un mundo que no creían tan desarrollado. Salieron convencidos de que la reparación es algo que se debería potenciar aún más y educar a los conductores de los peligros de un chinazo.

Más tarde en la sala principal de la Villete pudimos contemplar el gigantesto montaje de la competición donde 27 técnicos, que según el CEO de Belron, el sudafricano Gary Lubner, representan la manera de entender la profesión de más de 12.000 técnicos de todo el planeta, se disponían a plasmar sobre 27 Audi A4 todos los valores que inculca y proyecta Carglass y Belron.

La competición es muy exigente. La tensión se mascaba en el ambiente. La cara de los técnicos refleja ese nerviosismo. Las pruebas son duras. Un descendente, una reparación, una sustitución, una prueba escrita, una prueba de atención al cliente y la prueba sorpresa, que fue montar una herramienta de reparación Galss medic. En todas las pruebas hay un juez con cara de pocos amigos y muchas trampas para desorientar al competidor. Todo se mide al mínimo detalle. A nuestro representante, el italiano con alma sevillana Marco Piva, le tienen estresado. Suda y resopla. Todo hay que hacerlo muy bien y muy rápido y, a pesar de hacerlo así, se encuentra que le han colocado un grano de arroz bajo la alfombrilla y un diminuto trozo de confeti junto a una moldura para medir su grado de trabajo minimalista. Es increíble ver cómo trabajan, todo parece perfecto pero el juez de turno saca un ínfimo error: un retrovisor mal regulado. Es la consecuencia de la búsqueda de perfección de una empresa con el liderazgo como leit motiv.

Al final, como casi en todas las ediciones, ganó un belga, en esta ocasión Benoit Deckers, pero lo más importante era demostrar que su filosofía de trabajo globalizado es la base del éxito en un sector con cada vez más peso en la automoción.